13 DE SEPTIEMBRE DE 2009
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 8, 27-35
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas.»
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»
Pedro respondió: «¿Tú eres el Mesías.» Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.
Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.»
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.»
COMENTARIO
El relato evangélico que leemos este domingo está ubicado en la mitad del evangelio de Marcos y que se encuentre en ese lugar denota suma importancia. Para la mayoría de los biblistas, este evangelio se caracteriza por presentar a Jesús como Mesías Salvador, el Hijo de Dios. Con esta expresión “Hijo de Dios” comienza y termina el relato de Marcos.
Aquí es Pedro el que afirma que Jesús es el Mesías, luego del interrogatorio que el Señor les hiciera a todos los discípulos. Queda claro entonces que san Marcos quiere presentar en su obra a Jesús, verdadero Hijo de Dios, Mesías, Salvador del mundo.
Todos los que leemos este pasaje podríamos creer que la afirmación del jefe de los apóstoles es correcta cuando dice que Jesús es el Mesías, sin embargo no ha acertado totalmente. Veamos qué y cuánto falta a la confesión de fe de Pedro.
Nos cuenta este relato que llegado un momento, Jesús hace un sondeo e interroga a sus discípulos acerca de que opina o piensa la gente sobre Él. Según la respuesta parece que la gente tenía ideas muy diversas porque algunos estaban convencidos que era Juan Bautista mientras que para otros era el Profeta Elías o uno de los tantos profetas que aparecían en Israel.
Lo que dice la gente no parece preocupar demasiado al Maestro y tampoco era ésa la razón de su pregunta. Jesús quiere saber qué dicen sus discípulos, aquéllos que están con Él, que comparten su vida y que lo van conociendo. Esto sí le interesa al Señor porque su misión es revelarse, darse a conocer, dejarse descubrir.
En nombre de todos, Pedro dice quién es Jesús y su afirmación parece correcta, pero vemos que en seguida muestra su falsedad. No tenía este discípulo una visión adecuada del Mesías. Quizás haya creído que el Mesías sería un guerrero invencible, capaz de dominar a cuanto enemigo se cruce en su camino.
El príncipe de los apóstoles se ve sorprendido cuando el Señor anuncia que la misión del Mesías es enfrentar y pasar por la pasión y la cruz y luego resucitar. Qué decepción y qué confusión! Pero claro, Pedro pensaba como los hombres y no como su Mesías, por eso no entiende el plan salvífico que incluye abrazar la cruz.
Al igual que las opiniones del pueblo, la afirmación de Pedro indica que la verdadera imagen de Jesús era muy lejana a la que él se había fabricado. Se puede entender que a esta altura del camino, nadie hubiera podido tener una imagen correcta y exacta de Jesús, porque la misión del Mesías y toda su obra se entiende únicamente a la luz de la Resurrección.
También podemos entender ahora que la negación de Pedro en la Pasión no era algo que estaba ocultando, sino una afirmación de algo que estaba seguro: “no conozco a ese hombre”. Podría decirse así: “el hombre que yo conozco no es éste porque se deja humillar y ultrajar por los enemigos, mientras que el que yo conozco es un Mesías valiente, poderoso y capaz de dominar y reinar cuando el mismo se lo proponga. En verdad, no lo conozco, no sé quién es”.
Aquí también se aclara porqué Jesús les advierte que no dijeran nada a nadie acerca del Mesías. No podían hablar de alguien que aún no conocían, de Él se hablaría después de la Pascua. La cruz iba a corregir todos los errores y falsedades acerca de la persona y de la misión del Mesías.
Hacernos una imagen adecuada de Dios significa asimilar en nuestra vida todo el proceso de Jesús, desde su Encarnación hasta su Ascensión. Jesús es el gran revelador del Padre por eso debemos estar atentos a cada una de sus palabras, gestos y acciones.
Los evangelistas han querido entregarnos un retrato de la persona de Jesús, una imagen tal como ellos la descubrieron. Los autores sagrados estaban inspirados por Dios, y esto garantiza que al escribir estaban reflejando el rostro y el corazón de Dios.
San Marcos nos dice que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y que su misión pasa necesariamente por la pasión, muerte y resurrección. En la segunda parte de su libro presenta esta verdad del Mesías Salvador. Atentos, porque la liturgia nos ofrecerá para los próximos domingos los relatos de este evangelista.
En esta semana podríamos hacer un propósito que nos ayude a mejorar la imagen o idea que tenemos de Dios, y para ello sintámonos interpelados por esta pregunta del Mesías: ¿Quién es Jesús para nosotros? Y pensemos ¿Qué diremos a los demás acerca de su persona?
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