DECIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

2 DE AGOSTO DE 2009

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 24-35

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, sub
ieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.»
Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado.»
Y volvieron a preguntarle: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo.»
Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo.»
Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.»
Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.»

COMENTARIO

El domingo pasado hemos leído el relato de la multiplicación de los panes del evangelio según san Juan que se encuentra en el cap 6, hoy siguiendo ese mismo capítulo empezamos a leer el discurso sobre el Pan de Vida.

Dice el evangelista que la gente fue a buscarlo a Jesús en un lugar donde sabían que lo encontrarían porque allí en Cafarnaum residía habitualmente. En este encuentro comienza un diálogo entre Jesús y la gente, una especie de catequesis sobre un tema especial y determinante en la vida y la fe del pueblo de Israel. Un tema que también es fundamental en la vida y en la fe de los cristianos.

La multitud fue en busca de Jesús no porque haya comprendido que Él es el verdadero Pan, sino porque comieron panes y piensan que estando junto al Señor habrán solucionado para siempre el problema de la alimentación diaria. Por este motivo se ganan el repro­che de Jesús.

El Señor les advierte que están equivocados al buscarlo a Él por los panes que había dado aquel día. Les dice también que no supieron descubrir lo que esos panes significaban. No captaron que había un mensaje, que esos panes eran un signo de la presencia de Jesús que alimenta a multitudes, pero espiritualmente.

Sabemos que para conseguir el pan de cada día toda persona debe trabajar, luchar cada día por ese sustento y a veces en condiciones muy bajas. Los seguidores de Jesús creen haber encontrado en Él a la persona que les dará alimento gratis y en abundancia. Jesús les dice que deben trabajar más bien para conseguir otro alimento, aquel que les asegure la vida para siempre, y no el pan terrenal, que se acaba pronto y que no sacia todas las necesidades del hombre.

Y es claro el Señor porque les dice que deben trabajar y en primer lugar para conseguir el Pan celestial porque éste está por encima de todo y es el que el hombre necesita para saciarse de verdad, para estar bien todos los días y así relacionarse mejor con los demás. Si el ser humano no alimenta su espíritu no tiene sentido ninguna de las otras cosas que consiga o realice.

El hombre que está fortalecido espiritualmente es el que tendrá todas las energías para luchar todos los días por el sustento corporal o material; es el que podrá hacer una buena convivencia en su hogar y podrá también ayudar mejor a sus compañeros y amigos y así hará más plena su vida. Una persona que se alimenta de Dios anda siempre alegre, camina firme y disfruta de todos los dones que recibe y de los bienes que adquiere.

Jesús se presenta como el alimento que viene de Dios y por eso le preguntan o le piden un signo por el que se pueda probar su procedencia divina. En el pasado, Moisés, estaba acreditado por Dios y lo representaba cuando el pueblo lo necesitaba o pedía a Dios algún favor. La multitud le recuerda a Jesús que Moisés les dio a comer pan del cielo y ahora le piden que Él haga lo mismo.

A esta idea que estaba en la mentalidad religiosa, Jesús responde diciendo que no es Moisés, sino Dios el que les envió el verdadero pan, y que ese “maná” era figura o anticipo del Pan verdadero que ahora está presente en medio de ellos, que ha descendido del cielo y dará vida al mundo.

El discurso del Pan de Vida es revelación de la divinidad de Jesús, pero al mismo tiempo es una respuesta y una enseñanza al hombre y muchas veces al cristiano que busca y anda preocupado por cosas materiales, olvidándose que el Hijo de Dios es alimento que sacia a t
oda persona.

En este capítulo 6 de Juan, Jesús toca un tema que estaba presente en la memoria del pueblo judío porque lo sucedido en el desierto con el maná determinaba, de alguna manera, la relación de Dios con su pueblo. Para nosotros los cristianos, el discurso sobre el Pan de Vida es una enseñanza clara del misterio eucarístico y una invitación a seguir descubriendo la riqueza de ese alimento.

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