SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

DOMINGO 7 DE JUNIO DE 2009

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20

Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del P
adre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo.»


COMENTARIO

En este día la Iglesia celebra el misterio de la Santísima Trinidad, celebra a Dios Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Nos podría parecer innecesaria esta fiesta ya que en todas las celebraciones y oraciones nos dirigimos a Dios Uno y Trino, sin embargo lo que se quiere resaltar en esta fiesta es la misión de las personas divinas y no tanto profundizar ni explicar el misterio trinitario.

Con esta festividad se nos quiere recordar cómo este Dios se ha dado a conocer a través de los acontecimientos, a través de la historia concreta de un pueblo. Y es a partir de ahí donde debemos buscarlo porque su presencia se deja descubrir por la vivencia y experiencia humana y no por la vía intelectualista.

Las constantes intervenciones de Dios en la historia de su pueblo han permitido que sus hijos puedan saber de Él cómo actúa y qué quiere para la humanidad. La experiencia de un Dios cercano y compañero de camino dice que Dios es Padre Creador, Hijo Redentor y Espíritu Santo Santificador.

Aunque es un dogma difícil de entender, fue el primero que entendieron los Apóstoles. Después de la Resurrección, comprendieron que Jesús era el Salvador enviado por el Padre. Y, cuando experimentaron la acción del Espíritu Santo dentro de sus corazones en Pentecostés, comprendieron que el único Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Los católicos creemos que la Trinidad es Una. No creemos en tres dioses, sino en un sólo Dios en tres Personas distintas. No es que Dios esté dividido en tres, pues cada una de las tres Personas es enteramente Dios.

Padre, Hijo y Espíritu Santo tienen la misma naturaleza, la misma divinidad, la misma eternidad, el mismo poder, la misma perfección; son un sólo Dios. Además, sabemos que cada una de las Personas de la Santísima Trinidad está totalmente contenida en las otras dos, pues hay una comunión perfecta entre ellas.

Con todo, las personas de la Santísima Trinidad son distintas entre sí, dada la diversidad de su misión: Dios Hijo -por quien son todas las cosas- es enviado por Dios Padre, es nuestro Salvador. Dios Espíritu Santo -en quien son todas las cosas- es el enviado por el Padre y por el Hijo, es nuestro Santificador.

La misión trinitaria podemos verla claramente en la Creación, en la Encarnación y en Pentecostés:

En la Creación, Dios Padre está como principio de todo lo que existe. Es Él quien nos llamó a la existencia y el que ha puesto en nosotros el deseo de amarlo y anhelar la felicidad.

En la Encarnación, Dios se encarna, por amor a nosotros, en Jesús, para liberarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna. Por este misterio todo hombre está unido a Dios.

En Pentecostés, el Padre y el Hijo se hacen presentes en la vida del hombre en la Persona del Espíritu Santo, cuya misión es santificarnos, iluminándonos y ayudándonos con sus dones a alcanzar la vida eterna.

Toda nuestra vida está marcada y orientada por el amor trinitario. ¿Que decimos al persignarnos? "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" Es más que una costumbre de los católicos, es deseo de la presencia de Dios en la vida y en el día que toca vivir.

Cada vez que hacemos la Señal de la Cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos el misterio de la Santísima Trinidad. Pero también, además de reafirmar nuestra identidad, nos comprometemos a vivir de acuerdo a su santa y divina voluntad.

- En el nombre del Padre: Ponemos la mano sobre la frente, señalando el cerebro que controla todo nuestro cuerpo, recordando en forma simbólica que Dios es la fuente de nuestra vida.

-...y del Hijo: Colocamos la mano en el pecho, donde está el corazón, que simboliza al amor. Recordamos con ello que por amor a los hombres, Jesucristo se encarnó, murió y resucitó para librarnos del pecado y llevarnos a la vida eterna.

-...Y del Espíritu Santo: Colocamos la mano en el hombre izquierdo y luego en el derecho, recordando que el Espíritu Santo nos ayuda a cargar con el peso de nuestra vida, el que nos ilumina y nos da la energía para vivir de acuerdo a los mandatos de Jesu
cristo.

Por último, Dios se nos revela como familia, como comunidad perfecta en el amor. Si nosotros somos imagen de Dios, hemos de vivir en comunión de amor con los demás, cumpliendo cada uno la misión propia, y así iremos configurándonos con Él y comunicando al mundo el rostro de Dios trinitario.

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