SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

8 DE MARZO DE 2009


Lectura del santo Evangelio según san Marcos 9, 2-10

Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de e
llos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.»
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría «resucitar de entre los muertos.»

COMENTARIO

En el segundo domingo de cuaresma todos los años se lee el relato de la Transfiguración del Señor según el Evangelio que corresponde a cada ciclo. Debemos saber porqué la liturgia nos propone esta lectura y reflexión cuando recién estamos en el comienzo de la cuaresma.

No olvidemos que todos los domingos y los de cuaresma incluidos son domingos de pascua, es decir, ni la cuaresma le hace perder a los domingos el carácter pascual que poseen. En la reflexión dominical siempre aparece algún referente a la pascua.

La cuaresma está inseparablemente unida a la pascua, y así como se contempla el dolor, también se reflexiona sobre el gozo; y así como está presente la cruz, también se manifiesta la gloria.

En los evangelios sinópticos vamos a encontrar que luego del anuncio de la pasión los evangelistas han colocado el relato de la transfiguración que anticipa la resurrección.

Los discípulos que acompañan a Jesús en la transfiguración, estarán junto con Él en el Huerto de los Olivos. Ellos no habían entendido las palabras de la pasión, tampoco entienden ahora lo que significa resucitar de entre los muertos.

El primer domingo trata sobre el mal que se presenta como una gran tentación y que todo cristiano debe luchar para no dejarse vencer, mientras que el segundo habla del triunfo, representado en la nueva figura que adopta el que persevera.

Las tentaciones se dieron en el desierto, lugar donde está el adversario y las fieras, y la transfiguración tiene lugar en el monte, lugar de salvación y de encuentro pleno con Dios.

El camino que presenta la Cuaresma es semejante a la vida de todo cristiano porque la vida se va construyendo entre luces y sombras, con dolor y regocijo, sufrimiento y satisfacciones, tristezas y alegrías, desilusiones y esperanzas, fracasos y triunfos.

Nuestra vida experimenta constantemente la presencia fuerte del pecado, pero también percibe el descenso abundante de la Gracia. Nos alejamos no pocas veces de Dios y hasta queremos renunciar a nuestros buenos y sanos propósitos, pero también ciertos aconte
cimientos nos impulsan y nos acercan a Dios y nos hacen retomar el camino.

Mientras permanezcamos en este mundo caminaremos entre estas dos realidades pero debemos procurar que nuestra historia vaya tejiéndose de triunfos más que de fracasos, de muchas alegrías y de menos tristezas. Para ello debemos participar en los eventos que nos transmitan alegrías y debemos relacionarnos con personas que nos comuniquen esta energía y con grupos que miran positivamente la vida.

No olvidemos que el Evangelio trae una clave para alcanzar la paz espiritual y discernir cuál es el camino que conduce a la felicidad. Es la voz del Padre que nos manda escuchar a su Hijo muy querido. En este tiempo y en toda nuestra vida debemos tener como luz y guía la Palabra de Jesús. Sus enseñanzas endulzan el alma y llenan nuestro corazón de amor y ternura. La Palabra del Señor si la escuchamos con humildad y docilidad y la ponemos en práctica irá transfigurando nuestra vida.

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