DECIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

21 DE JUNIO DE 2009


Lectura del santo Evangelio según san Marcos 4, 35-41

Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla.» Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonce
s se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?»
Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?»
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen.»


COMENTARIO
En la lectura del evangelio de este domingo leemos el relato que se conoce o se titula “la tempestad calmada”. Se encuentra en los tres sinópticos, pero la liturgia ha seleccionado solamente la versión de Marcos y es porque este evangelista describe con más detalles la humanidad de Jesús.

Además, el texto de Marcos es el que presenta a los discípulos más cobardes ante el peligro y poco confiados, casi insolentes con el Maestro. Sin embargo, Jesús los llama a la fe, mientras ellos todavía se preguntan quién es Él. Para ellos, Jesús es un hombre extraño con poderes especiales. Está claro que hasta ese momento, los discípulos desconocen la identidad de Jesús y todavía no tienen fe porque la fe es en Cristo Resucitado.

Pero también el evangelista quiere resaltar la autoridad de Jesús sobre el mar y toda la naturaleza. En todo el contexto bíblico, este poder es signo de su divinidad. Jesús de Nazaret es realmente el Hijo de Dios, la Palabra poderosa que ha sacado las cosas de la nada y "rompe la arrogancia de las olas".

Para nuestra reflexión será muy conveniente profundizar un poco más el libro de Marcos para que descubramos en qué contexto ha colocado este relato de la tempestad calmada, y también qué ha tenido en cuenta a la hora de contar este hecho. Deberíamos imaginarnos que Marcos es un pintor que está creando una obra nueva y para ello tiene una imagen de fondo (del Antiguo Testamento AT) y otra en primer plano (la de Jesús de Nazaret). La imagen del AT es la del Profeta Jonás.

Entre los libros proféticos hay uno que es muy interesante y curioso porque se diferencia en el contenido doctrinal. Todos los profetas poseen discursos que anuncian y denuncian hechos del pasado y otros que van a suceder. El libro de Jonás es un relato breve. Es un libro didáctico que quiere dejar una enseñanza por medio del relato.

¿Por qué Marcos utiliza la figura y el relato del profeta Jonás? Nos cuenta este libro que Dios ordenó al Profeta Jonás que fuera a predicarles a los habitantes de Nínive. Pero los de Nínive tenían otra religión, y además eran los más terribles enemigos del pueblo de Israel, por eso el Profeta, en vez de obedecer a Dios, se embarcó en otra dirección con la intención de huir del mandato del Señor.

Mientras Jonás dormía, Dios hizo venir una gran tempestad que puso en peligro al barco. Los marineros debieron despertar a Jonás y lo arrojaron al mar; entonces vino la calma. Un pez devoró al Profeta y lo llevó sano y salvo a la orilla, de modo que a Jonás no le quedó otra alternativa que cumplir la misión que Dios le había encomendado. La historia concluye cuando el Señor tiene que reprender seriamente a Jonás, que se queja porque Dios perdonó a los habitantes de Nínive después que ellos hicieron penitencia al oír la predicación. Jonás prefería que Dios los castigara, ya que eran enemigos de los israelitas, pero Dios buscaba la salvación de todos.

El libro de Jonás es un libro didáctico porque nos enseña que Dios ama a todos los seres humanos, también a los que tienen otras religiones, y quiere la salvación de todos. Jonás es el Profeta rebelde que solamente quiere la salvación de los de su propio pueblo.

¿De qué manera el relato de Jonás sirve de fondo para la obra de Marcos? ¿Qué semejanzas encontramos entre Jonás y Jesús y qué diferencias entre ambos?

En el libro de Jonás se dice que los marineros despertaron a Jonás, que estaba dormido sobre un cabezal, y al interrogarlo conocieron que la tempestad había sobrevenido por su culpa. Entonces debieron arrojarlo al mar para que volviera la calma. En el relato del Evangelio las cosas suceden al principio como en el libro de Jonás: Jesús duerme sobre un cabezal mientras la tempestad amenaza la nave, y los discípulos despiertan a Jesús. Pero el relato finaliza de otra manera, porque el Señor, dirigiéndose al viento y al mar, los obliga a quedarse en calma.
El proceder de Jesús no coincide con el de Jonás sino con el que muestra Dios en medio de una tempestad. Es que el relato del evangelio ha combinado admirablemente los dos textos: ha mostrado en el primer momento a Jesús como un profeta semejante a Jonás, pero en el segundo momento se ha visto a Jesús obrando como el mismo Dios.

Jesús es entonces el enviado de Dios, totalmente obediente al Padre en su misión de llevar la salvación a todos los hombres, pero que desconcierta a todos porque no se comporta como los enviados sino como el mismo Dios. La pregunta con la que finaliza el relato evangélico nos deja ver que a los discípulos les costaba reconocer la identidad de Jesús, ellos se hacían esta pregunta: ¿Quién es Éste, que aparentemente es como Jonás, y sin embargo se comporta Como Dios?

LA MISION DE LA IGLESIA
Jesús ha confiado a la Iglesia la misión de llevar la salvación a todos los hombres. Los cristianos tenemos ante nosotros una tarea que no solamente es inmensa, sino además es peligrosa. En cuanto queremos comenzar a anunciar la Buena Noticia de la salvación traída por Cristo, todas las fuerzas del mundo se lanzan contra la Iglesia para acallar su voz e impedir su acción. Son muchos los interesados en que este mundo no cambie, en que todo siga dominado por lo que llamamos el pecado: el egoísmo, la injusticia, la sensualidad, el menosprecio de los demás... Es como una tempestad que amenaza con sumergir la débil barca de la Iglesia.

Ante esta situación puede suceder que a veces los cristianos no sigamos el ejemplo de Jesús sino el de Jonás: nos atemorizamos por las dificultades o nos dejamos llevar por nuestros particularismos o nuestros intereses, y no nos lanzamos a la misión de llevar la salvación a todos. También puede suceder que nos llenemos de miedo pensando que ante tantos ataques o tantas dificultades la misión de la Iglesia puede fracasar.

Jonás mereció ser reprendido por su mezquindad; los discípulos de Jesús merecieron ser reprendidos por su falta de fe. La Escritura nos muestra los dos ejemplos negativos, y en la persona de Jesús nos ofrece el ideal al que debemos tender. Él es el Hijo obediente, el enviado fiel, que obedece hasta la muerte, y que no se detiene ante las dificultades.

Durante toda su historia la Iglesia ha conocido momentos de persecución, también sangrienta; siempre ha habido oposición; en su interior han surgido divisiones y se han puesto en evidencia falsos predicadores. Pero siempre ha experimentado la presencia de Aquél que es mayor que Jonás: nunca ha naufragado. Nosotros no podemos pretender que en nuestras pequeñas comunidades todo suceda sin dificultades, ni que en nuestro trabajo evangelizador todo se haga sin tropiezos. Pero en medio de todas las contrariedades debemos mantener la serenidad porque Cristo está con nosotros. No nos asustemos. No sea que tengamos que ver el rostro severo del Señor preguntándonos: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?»

Desde san Agustín se interpreta este milagro en relación con la Iglesia, a la q
ue se compara a la barca de Pedro que va superando las tempestades porque Cristo va con ella. La fe es aquí algo más que creer unas verdades, es confianza en la persona de Cristo, que no puede fallarnos y que va con nosotros en el mismo barco. Esta fe no es fe para quedarse en la orilla, en la tranquilidad, sino fe para navegar en medio de los peligros, es una fe combativa, que se enfrenta con todos los desafíos y sale victoriosa porque el Señor ha vencido todos los poderes del mal.

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